martes, 1 de diciembre de 2009

Redención

Yo no sabía, más bien, no esperaba, que lo que yo escribo acá ya aparezca en las Alertas de Google. En medio de la psicosis que tuve en semanas anteriores -y sé que el decir que estuve psicótica me va a traer burlas, críticas y comentarios fuera de tono a los cuales ya me acostumbré, llegué a creer, a delirar si se quiere, muchas cosas.
No, no deliré lo que dijeron sobre los videos que andan en YouTube atacando a Gloria, esos existen y a mí me han culpado de haberlos creado, como me culpan últimamente de cosas que yo no puedo resolverle a nadie como fueron las violaciones que sufrieron algunos durante su infancia, ni la extrema fealdad que por genética y ubicación geográfica tienen que llevar, no a cuestas, sino de frente, y eso es peor.
Hecha esta aclaración, lo demás sí lo aluciné, y no en sentido figurado, sino literal, porque aquí ataqué a personas que estimo bastante y cuya amistad estaba recuperando, debido a comentarios muy tontos, demasiado tontos para haberlos aceptado, pero que, en medio de un síndrome premenstrual y sin pastilla que me evitara una crisis como la que acabo de adolecer y que a nadie le deseo, para mí fueron graves y de armas tomar.
Muchas veces he querido hablar en este blog de lo que causa en mí la menstruación, que no sólo me postra en mi cama durante cinco días y me hincha los pies y me hace doler la cabeza; durante esos cinco días no duermo, no como, no hablo con nadie y soy huraña, medrosa y cobarde, pues parece que el ciclo este, aparte de afectarme hormonalmente, también tiene repercusiones psicológicas severas que alteran mi carácter, mi comportamiento y mis actuaciones. Si bien tengo quién me trate, no se ha podido avanzar mucho al respecto. Y a mí, gracias a Dios y a una pastilla llamada Socian, no me llegaba desde enero, pues esta subía la prolactina a unos niveles bastante altos (243 exactamente) y permitieron una relativa calma desde enero hasta mediados de octubre, cuando decidieron el endocrinólogo y el ginecólogo eliminarla de mi cárdex o lista de medicamentos debido a que podía sufrir descalcificación si no seguía ovulando como lo hacen las mujeres de mi edad. Entonces yo, sin el antipsicótico (Socian) y con el fenómeno que es en mí el hecho de menstruar, especialmente en los días previos y los posteriores, estaba literalmente loca. Me desmedía tomando para soportar el miedo y la angustia, los desvelos, el hambre, y mezclaba todo eso con droga. Sé que no es lo indicado, ni lo correcto, pero en medio de una situación como esas, uno se pega de los medios que conoce para evadirse y así no sufrir tanto, pero sí, también sufrir más por tanto decir, por tanto imaginar, creer, pensar en lo que no es y en lo que no es debido y sin corroborar las cosas, hablar a lo pendejo y como la borracha que soy cuando estoy en ese estado en el que ni me mido, ni encuentro mesura, ni logro el control de nada. Después las cosas dichas son difíciles de borrar y regresar al oasis de salud mental en el que me encontraba es laberíntico, al estilo Borges, lleno de espejos, muchos de ellos rotos, rotos como yo, que he estado intentando componerme pieza por pieza.
Gracias al buen consejo de una vieja amiga que tuvo la delicadeza de prestarme atención cuando no tenía por qué hacerlo, ya que no he sido la mejor en otorgarle mi amistad, logré levantarme ayer de las sombras y la miseria, conseguí un estado de sobriedad temporal y voluntario que me ha costado mucho trabajo mantener pero que pienso seguir sin importar nada hasta no estar totalmente recuperada de la cabeza, de la mente, el cerebro, dondequiera que se encuentre la maldita demencia que me da por esos días y me encuentro sola, sin nadie, sin nada. Gracias a ella por tenderme la mano cuando yo alguna vez... no, muchas veces le di la espalda y la humillé, la sobajé, la traté mal. Gracias a su gran corazón y a su bondad, que siempre la ha tenido porque me consta, logré sacudirme y darme cuenta de que no todo está perdido, ni la vida es un negativo que no se pueda revelar, que la hiedra venenosa también se llega a secar y al pisarla cruje como cualquier hoja muerta, un chamizo que se encuentra en el camino. Y sí, mija, hoy voy a cambiar, no para siempre, sino por hoy, y mañana por mañana, y así sucesivamente; tal vez me equivoque, no lo dudo, pero de que no vuelvo a tropezar con las piedritas que me tropecé hace dos semanas, eso lo puedes jurar. De hecho entendí por qué tú estás en ese lugar y yo en este, lamentándome y lamiéndome heridas ya viejas que no quiero dejar cicatrizar, pero no, ya lo dije, eso ya pasó. .
De todos modos nada de esto me exculpa y mi responsabilidad no la estoy evadiendo. Cuerda o no, yo cometí esas actuaciones y no quisiera escudarme en los tormentos que padece el alma para eximirme de culpas. Y la culpa, creo yo, es un estado ontológico, más que acusatorio. Si a mí me declaran culpable de algo, eso no me hace culpable. Pero si yo me siento culpable, entonces sí lo soy, y esta vez la maldita culpa la siento y me doy golpes de pecho, o bueno, eso hice hasta el día de hoy. Pido perdón pero no olvido, pido cuenta nueva pero no borrón; no soy tan ingenua para creer que a la gente se le olvidan las crueldades que uno dice y comete, eso se queda grabado en algún rincón del alma, en el seso, tampoco sé. Pero también el alma y el seso saben perdonar y dar nuevas oportunidades, que es lo que estoy tratando de conseguir y que en pocos días lo he logrado, a Dios gracias. También gracias a ese amigo, y a la amiga que ya mencioné, y a mis papás por entenderme, aunque ellos no padecieron ni la quinta parte de lo que sucedió en este mismo blog la penúltima vez que escribí (por fortuna, no saben de su existencia)
Ya que empieza diciembre, que es época de festejos y reflexión para casi todo el mundo occidental, aproveché para escribir estas líneas. No pondré etiquetas, ni he dicho nombres porque creo y sé que quienes he mencionado también piensan así, que, cuando sea el momento, serán develados.
Por ahora sólo me queda seguir adelante y enmendar lo que me quede por enmendar.

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